En un esfuerzo por fomentar la conciencia ambiental y abordar la problemática de la tala indiscriminada, la Institución Educativa de nivel secundario «San Sebastián» llevó a cabo con éxito la experiencia de aprendizaje «Cuidemos nuestro Entorno Ambiental» del 7 de agosto al 8 de septiembre de 2023.
El propósito principal de esta experiencia fue reflexionar, valorar y contribuir a la preservación de los bosques y árboles, así como comprometerse activamente en la reforestación como una solución efectiva ante la crisis climática. El diagnóstico inicial destacó la escasez de árboles en las áreas verdes disponibles, motivando a los estudiantes a abordar la pregunta: ¿De qué manera podríamos conservar y proteger los bosques y árboles de nuestra comunidad para ayudar al medio ambiente y al clima?
La experiencia abordó enfoques transversales clave, como el enfoque ambiental y la orientación al bien común. Los estudiantes presentaron diversas evidencias de aprendizaje, que incluyeron poesías, ensayos, eslóganes, cuentos, videos, presentaciones de PowerPoint, paneles, folletos, discursos, maquetas, infografías, anuncios, publicidades, audios, representaciones teatrales, proyectos y artesanías, todos dirigidos a la comunidad. Estas presentaciones buscaban sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de conservar los bosques y árboles, así como la necesidad urgente de participar en la reforestación.
Los mejores trabajos fueron seleccionados para participar en concursos nacionales y en el concurso institucional, destacando la creatividad y el compromiso de los estudiantes en la difusión del mensaje ambiental. Esta iniciativa no solo promovió la conciencia ambiental sino que también destacó el talento y la dedicación de los estudiantes de la Institución Educativa «San Sebastián».
Además, se llevaron a cabo actividades interdisciplinarias, como la elaboración de maquetas en matemáticas, donde se incluyeron áreas verdes a escalas precisas. En las clases de inglés, se crearon infografías sobre cambios climáticos, mientras que en sociales, los estudiantes investigaron el impacto positivo de la reforestación en otras regiones del país y del mundo.
La experiencia de aprendizaje no solo fortaleció los conocimientos académicos de los estudiantes, sino que también cultivó una conciencia ambiental activa y un compromiso significativo con la preservación del medio ambiente en la comunidad educativa de «San Sebastián». Este proyecto ejemplar demuestra que la educación no solo se trata de transmitir conocimientos, sino también de formar ciudadanos comprometidos con la sostenibilidad y el bienestar del planeta.
Poemas ganadores:
El canto de la naturaleza
La naturaleza es nuestro hogar
donde habitan las cosas,
como el arroyo que murmura
y el río que fluye.
La vida es un milagro
donde habitan los sueños,
como un hada que brilla
y un deseo que se cumple.
La vida es una flor,
que florece y se expande
en una canción eterna,
que cantan los animales.
El canto de la naturaleza
es un himno de alegría,
que todos los seres vivos.
se unen para escuchar.
La naturaleza es nuestro hogar
donde habitan las cosas,
como el arroyo que murmura.
La naturaleza es un sueño
donde se mueve la vida,
como un pájaro en el aire,
o una mariposa que vuela,
La naturaleza es el sonido
del canto de la alegría.
la naturaleza es el cielo,
donde habita la Luz.
Autor: Anderson
Triste y solo
Solo sin saber a quién llamar,
solo viendo las mariposas
en aquel hermoso campo jugar.
Sentado en una piedra,
envidiando a la luna brillar,
de la nada me pongo triste,
porque tal vez un día
te pueda olvidar.
Caminando solo
por un camino sin final,
me pongo triste a recordar,
que nunca más
nos volveremos a encontrar.
Día tras día,
viendo las horas
y minutos pasar,
me pongo más triste aún
sabiendo que, a ti, amada mía,
nunca te voy a volver a encontrar.
Viajando solitariamente
por el profundo mar,
sin querer continuar,
y me pongo a llorar,
porque entre tanta tristeza…
no podré verte jamás.
Autor: Charly
Cuento ganador
Un sacrificio por el agua
En un lugar muy lejano del Perú profundo, entre los pajonales de la fría puna, existe una comunidad campesina llamada Quinua Alta, la cual no tiene agua potable. Aquí vivía una señora llamada Ávila y su pequeño hijo Pedro, de seis años. Para obtener agua, tenían que caminar hasta una toma de agua que pasaba por el terreno de un vecino. Todos los días, cargaban agua desde allí para beber, regar sus plantas y dar de beber a sus animales. Un poco más lejos vivía don Francisco, un hombre al que llamaban el señor millonario porque tenía mucho dinero.
A pesar de su situación económica difícil, Ávila y Pedro eran felices. Pasaban sus días ocupados con las tareas de la casa y los estudios de Pedro en la escuela que, aunque estaba lejos, él nunca faltaba. Por las tardes, ambos cargaban sus baldes e iban a acarrear agua de la toma para su consumo, sus plantas y sus animalitos.
Sin embargo, un día, su vecino decidió vender su terreno. Primero, le ofreció a Ávila la oportunidad de comprarlo, pero ella no tenía suficiente dinero. Le dijo:
- ¡Ay, vecino!, no tengo mucha plata, ¿cuánto quedrá pue’?
- El vecino respondió:
- No quiero muy carito, ña Ávila, solo cincuenta mil soles.
- ¡Cincuenta mil!, no tengo ni la mitá, dijo sorprendida.
El vecino comprendió su situación, se despidió y se fue a buscar a otro comprador. Finalmente, se lo vendió a don Francisco por treinta mil soles, ya que su terreno era grande y tenía acceso a la toma de agua.
El señor Francisco, que era millonario, estaba emocionado con su nueva compra. Pasó días observando su terreno y contratando a personas para talar árboles y vender la madera.
Ávila no sabía que don Francisco, el nuevo dueño, era malo. Un día, ella y Pedro fueron a buscar agua como de costumbre y se encontraron con su nuevo vecino. Con respeto, le saludaron:
- Buenas tardes, ñu Francisco. Disculpe si entramos en su propiedad sin permiso. Venimos a llevar un poquito de agüita agua pa’ preparar nuestra comida.
Don Francisco, el señor millonario de la comunidad, permaneció en silencio y no respondió al saludo. Ávila continuó:
- ¡Uf!, el día está caluroso, y nuestros animales y plantas también necesitan agua, ya parecen ajos, dijo como para romper el hielo.
El señor Francisco siguió en silencio, pero cuando Ávila puso su balde en la toma de agua, dejó claro su posición:
- ¡No pueden tomar mi agua! Este terreno es mío y esta agua también. Si quieren usarla, primero páguenme. Si no pueden pagar, lárguense y no desperdicien mi agua.
La señora Ávila se sorprendió por tal actitud. Se paralizó por un momento pensando de dónde va a conseguir agua y concluyó que durante toda su vida en ese lugar no han conocido otra fuente de agua. Así que, mordiéndose un poco la rabia e impotencia, preguntó en tono tranquilo:
- Disculpe, ñu Francisco, ¿cuánto nos va a costar para sacar agua? No tenemos plata. Don Francisco respondió:
- Les cobraré un sol por litro. Todo en la vida tiene un costo.
Ávila y Pedro se fueron a casa llorando sin poder llevar agua. En casa, Ávila entró en desesperación pensando en cómo conseguir agua, si la mayor parte del año no llovía, y si llovía no podían almacenar agua para todo el verano. Recordó los años en su pueblo natal donde nunca faltaba el agua.
Pedro interrumpió sus pensamientos:
- Mamá, ¿qué haremos ahorita?
Ávila le explicó la situación y cómo necesitaban dinero para comprar agua.
- Hijo, no tenemos de dónde pagar, pero sino le pagamos a ñu Francisco no nos dará agua, y con eso nuestras plantas, nuestros animalitos y hasta nosotros mismos podemos morir. ¡Taita Dios no lo quiera!.
El niño que no entendía del todo, se quedó observando el silencio y la mirada perdida de su madre por un largo rato.
Ávila hizo cuentas y luego, dirigiéndose a su hijo, puso las manos sobre sus hombros y toda triste se expresó:
- Hijo, te quiero mucho y lo abrazó. Luego continuó:
- Ya no te enviaré a la escuela… porque si queremos vivir tenemos que trabajar para conseguir dinero para comprar el agua o irnos a otro lugar.
Pedro solo agachó la cabeza sin decir nada, esta vez parecía comprender la situación.
A partir de ese día, Pedro dejó de asistir a la escuela y ayudó a su madre en diversos trabajos eventuales para ganar dinero. Quién hubiera imaginado que casi todo el dinero que reunían sólo alcanzaba para comprar agua. Pedro se convertiría en un niño más que no pudo continuar sus estudios. Trabajarían bajo el sol todos los días.
“A veces ser pobre es una maldición” se decía Ávila, sudando gota a gota todos los días y ahorrando su cólera para el futuro.
Autor: Yesica